Decía Mortimer Wheeler que el arte romano había sido tratado injustamente tanto por amigos como enemigos. «Por un lado, comparaciones engañosas con el arte griego o helenístico han distorsionado sus méritos propios; por otro, investigaciones tendenciosas lo han abstraído de su contexto y lo han aislado de la perspectiva de una evolución intelectual más amplia, perdiéndose en disquisiciones menores» (1).
Si a esta situación le unimos el extraordinario protagonismo que le conferimos dentro de la arquitectura romana a las grandes construcciones destinadas a espectáculos (circos, anfiteatros y teatros), el culto (templos y mausoleos) o la vida cotidiana (villas, puentes, calzadas), podemos comprender el escaso interés que, a excepción de la gran villa de Adriano en Tívoli, han despertado los palacios imperiales de Roma.

Es esta residencia imperial de la antigua Tibur, mandada construir por el emperador viajero, la que provoca los mayores elogios del gran arqueólogo británico, que la considera, incluso en ruinas, «la más fantástica creación material del genio romano: de un genio romano peculiar, que había viajado lejos y experimentado mucho, que había aprendido a temperar la práctica y el sentimiento con la razón» (2)
«Palacios imperiales de la Roma antigua» es, en definitiva, un documentado paseo por las residencias de los personajes más relevantes de la historia de Roma
Pero hubo muchas más residencias imperiales, y republicanas, repartidas en todos los confines del mundo romano. Desde el palacio de César en Alejandría hasta las residencias reales de Herodes el Grande en Cesarea y Jerusalén; desde la villa Iovis en Capri hasta las construcciones del Palatino en Roma; desde el palacio de Diocleciano en Split hasta el de Justiniano en Constantinopla. Un despliegue de arquitectura suntuosa y elegante, en ocasiones extravagante, reflejo del poder que acumuluban sus moradores.
Este recorrido es el que se nos propone en «Palacios Imperiales de la Roma Antigua» (Desperta Ferro, 2016), de Jean-Claude Golvin y Catherine Salles. Se trata de un magnífico complemento de otros dos libros del gran dibujante, editados en castellano por Desperta Ferro: «Ciudades del mundo antiguo» y «Viaje por el Antiguo Egipto». No estamos ante fabulaciones ilustradas, sino ante un trabajo riguroso de recreación en el que Golvin echa mano de sus conocimientos en arquitectura y del testimonio de arqueólogos e historiadores para presentarnos postales que son verdaderas ventanas al pasado.
Los dibujos vienen acompañados de una interesante contextualización histórica, en la que se nos habla de cada uno de los emperadores, de la zona en la que se enclavan sus residencias y del momento histórico que los rodea, así como también fragmentos de fuentes históricas en los que estas residencias aparecen como protagonistas.
Los palacios imperiales son un despliegue de arquitectura suntuosa y elegante, en ocasiones extravagante, reflejo del poder que acumuluban sus moradores
«Palacios imperiales de la Roma antigua» es, en definitiva, un documentado paseo por las residencias de los personajes más relevantes de la historia de Roma. Una oportunidad para conocer una parte de la historia del Imperio de una forma amena y enormemente didáctica.
Notas
(1) WHEELER, M. (1964:1995): «El arte y la arquitectura de Roma». Destino, Barcelona. P. 7.
(2) Op. Cit. p. 138.
Autor
Mario Agudo Villanueva