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Casa de la Virgen, Nazaret. Foto: Miguel Ángel Villanueva Cristóbal |
¿Cuán nació Yeshua bar Yosef? Contamos como fuentes de información con los relatos de los dos Evangelios de la Infancia, el de Mateo (capítulos 1 y 2) y el de Lucas (Capítulos 1 al 3), y en ellos se nos ofrecen dos anclajes cronológicos: el primero, en Lucas 1, 5 y Mateo 2, 1, que Jesús nació en tiempos del rey Herodes el Grande (40-4 a. C.), y el segundo, en Lucas 2, 1-2, que coincidió con el censo que, en tiempos de Augusto, Quirino llevó a cabo en la provincia romana de Siria, y del que también tenemos noticias por Flavio Josefo, quien tanto en sus Antigüedades de los judíos XVII, 355 y XVIII 1.2.26.102, como en su Guerra Judía VII, 253, se refiere a él y destaca su carácter novedoso y sin precedentes. El problema es que Quirino solo fue gobernador de la provincia de Siria (que en ese momento ya incluía Judea) en el año 6 de nuestra era. Así pues, las dos noticias son irreconciliables desde un punto de vista cronológico.
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Capitel que representa a José (dudando), María (postrada en la cama) y el recién nacido junto al buey, la mula y la estrella. Iglesia de San Juan de Ortega, Burgos. Foto: Mario Agudo Villanueva |
Sin embargo, la mención de este censo puede explicarse como un recurso de Lucas para explicar por qué José yMaría hubieron de marchar desde su lugar de residencia en Galilea hasta Belén, todo ello para hacer que se cumpla la profecía del nacimiento del Mesías en la ciudad natal del rey David (véase más abajo). Además, esta fecha se contradice igualmente con otro dato que nos ofrece el mismo evangelista, a saber, que Jesús tenía unos treinta años cuando comenzó su predicación (Lucas 3, 23). Asumiendo que su predicación duró unos tres años, y que fue crucificado siendo gobernador de Judea Poncio Pilato (26-36 d.C.), deberemos situar su nacimiento entre los años 7 a.C. y 3 d.C., lo que, en las fechas más bajas nos sitúa en el reinado de Herodes pero en ningún caso lo ponen en relación con el censo de Quirino.
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Escena de la Anunciación y de la Visitación de la iglesia de San Juan de Ortega, Burgos. Foto: Mario Agudo Villanueva |
Pese al relato del milagroso nacimiento en Belén que podemos leer en Mateo y Lucas, lo más probable es que se trate de una elaboración literaria para identificar a Jesús con el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento. De hecho, así lo indica el evangelista Mateo, que no pierde la ocasión de señalar que, con el nacimiento de Jesús en Belén, se cumplen las palabras del profeta Miqueas 5, 1:
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Capilla del pesebre, Belén. Foto: Miguel Ángel Villanueva Cristóbal |
Más allá de estos versículos, a nadie se le escapaba que Belén había sido la cuna del rey David y que, por lo tanto, resultaría lógico que también naciese en esa ciudad el Mesías, descendiente de David y en el que se encarnaba la promesa hecha al rey en 2Samuel 7, 12-16: «cuando tu vida llegue a su fin y vayas a descansar entre tus antepasados, yo pondré en el trono a uno de tus propios descendientes, y afirmaré su reino. Será él quien construya una casa en mi honor, y yo afirmaré su trono real para siempre. Yo seré su padre, y él será mi hijo. Así que, cuando haga lo malo, lo castigaré con varas y azotes, como lo haría un padre. Sin embargo, no le negaré mi amor, como se lo negué a Saúl, a quien abandoné para abrirte paso. Tu casa y tu reino durarán para siempre delante de mí; tu trono quedará establecido para siempre».
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Ruinas de la sinagoga de Cafarnaúm. Foto: Miguel Ángel Villanueva Cristóbal |
Pero no sólo el lugar de nacimiento es fruto de la necesidad de situar a Jesús dentro del esquema del esperado Mesías, sino que hay otros elementos de la historia que cumplen esta misma función. Cuando los magos de Oriente se presentan ante Herodes para preguntarle por el recién nacido, el rey, asustado ante la posibilidad de perder su trono, ordena el asesinato de todos los niños menores de dos años de Belén. Resulta sorprendente que Flavio Josefo, enemigo acérrimo de Herodes el Grande, no consigne este hecho en su Guerra de los Judíos, cuando puso el mayor empeño en citar, uno por uno, todos los crímenes imputables al monarca idumeo. ¿Cómo se explica pasar por alto semejante masacre, la prueba concluyente de la abyección de Herodes? Sencillamente, porque nunca sucedió. Hay que hacer notar la similitud entre este episodio y otro del Antiguo Testamento, en Éxodo 1, sobre el nacimiento de Moisés, donde el faraón ordena la muerte de todos los niños hebreos de su reino. El propósito de esta narración es doble. Por una parte, al atribuir el crimen a Herodes, se proporciona un marco histórico adecuado y creíble a la profecía deJeremías 31, 15:
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Restos de la conocida como casa de Pedro, en Cafarnaúm. Foto: Miguel Ángel Villanueva Cristóbal |
Fuera de estas menciones en los llamados Evangelios de la Infancia de Mateo y Lucas, todos los indicios del resto de textos evangélicos apuntan en otra dirección diferente a Belén: Jesús nació probablemente en Galilea, unos trescientos kilómetros al norte de Jerusalén y de la propia ciudad natal de David. En numerosas ocasiones recibe el nombre de Iesous ho nazarenos o ho Nazoraios, lo que, para algunos, significa que era natural de Nazaret, en Galilea, que se suele citar como patria de Jesús y su familia («y llegó a Nazaret, donde se había criado», Lc 4, 16, aunque nótese que no dice que naciese allí).
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Mar de Galilea. Foto: Miguel Ángel Villanueva Cristóbal |
En la época que nos ocupa, Nazaret era un lugar tan ínfimo que a duras penas obtendría la consideración de pueblo. Las excavaciones arqueológicas han revelado poco más que algunas grutas donde vivirían en condiciones muy precarias una pocas familias. Al contemplarlas, no podemos sino recordar la incredulidad de Natanel cuando le cuentan que han encontrado a aquél del que había escrito Moisés en la ley y los profetas: «Jesús, hijo de José, el de Nazaret», y Natanel pregunta sorprendido: “¿De Nazaret puede haber algo bueno?” (Juan 1, 46).
Autor
Javier Alonso López, biblista, autor de una amplia bibliografía divulgativa y colaborador en diferentes medios de comunicación.