La biografía que nos presenta Armand D’Angour es un ensayo atrevido y trepidante. Sócrates enamorado. Como se hace un filósofo (Ariel, 2020) profundiza en la vida personal del sabio nacido en el demo ateniense de Alópece, sobre todo en sus años de juventud, para entender la evolución de su pensamiento. Según el profesor de Oxford, Sócrates se vio sacudido por un fracaso sentimental que supuso un punto de inflexión en su forma de entender la vida: el amor no correspondido de Aspasia, que luego sería esposa en la sombra de Pericles, el influyente político de la Atenas del siglo V a.C.
D’Angour se sumerge en las fuentes para exprimir al máximo los testimonios que conservamos sobre la figura del pensador ateniense. Analiza y lee entre líneas para matizar hechos que ya eran conocidos y poner de manifiesto otros que habían pasado desapercibidos. Dibuja a un Sócrates hijo de Sofronisco, empresario de la piedra con cierta holgura económica, en contraste con la versión de la mayoría de sus biógrafos anteriores, que nos hablaban de un hombre de origen humilde.
Joven rebelde, su inclinación por el pensamiento y el estudio, en lugar de preocuparse por el negocio familiar, debió de traducirse, según D’Angour, en malos tratos que, a la postre, desencadenarían secuelas en su personalidad. Este trastorno sería el origen de la mítica voz interior que le dictaba qué hacer en cada momento ya en su edad madura. Fruto de aquellos tormentosos años de la infancia podrían haber sido también sus supuestos ataques de catalepsia, que el autor parece deducir de algunos testimonios antiguos.
D’Angour se sumerge en las fuentes para exprimir al máximo los testimonios que conservamos sobre la figura del famoso filósofo. Analiza y lee entre líneas para matizar hechos que ya eran conocidos y poner de manifiesto otros que habían pasado desapercibidos.
Pese a todo, la educación que recibió Sócrates fue la de un muchacho de la aristocracia. Aprendió a cantar poesía tradicional, a tocar la lira y danzar. Practicó la gimnasia y la lucha cuerpo a cuerpo. Participó en los coros de representaciones religiosas y teatrales. Debió de tener, por tanto, las mismas aspiraciones heroicas que cualquier joven de su edad. Su condición física era extraordinaria, lejos del estereotipo de hombre bajito y rechoncho, lo que le permitió participar como hoplita en las campañas militares de su tiempo. A las ya conocidas de Potidea (432 a.C.), Delio (424 a.C.) y Anfípolis (422 a.C.), D’Angour suma su participación en Coronea (447 a.C.). Cerca de 25 años al servicio de las armas para su ciudad. Fue precisamente esta última campaña, en la que murió Clinias, el padre del por entonces niño Alcibíades, la que acabaría por acercarle al círculo de Pericles.
La actividad amorosa de Sócrates queda al descubierto. A sus conocidos matrimonios con Jantipa y Mirto, D’Angour suma una relación de erastés y erómenos con Arquelao, filósofo discípulo de Anaxágoras, con el que viajó a Samos para completar su formación. Así como otra en la que, esta vez como hombre maduro, mantuvo un intenso contacto con Alcibíades. El irredento y provocador carácter del joven noble acabaría por perjudicar la imagen de Sócrates. El fracaso de Siracusa, de sonadas consecuencias políticas para Atenas, provocó el exilio del pupilo del filósofo. Su permanencia en la ciudad durante la tiranía de Critias acabarían por ponerle en contra de los llamados demócratas. Aquí encontramos, con toda probabilidad, las causas que explican su proceso judicial y posterior ejecución.
En todo este escenario más o menos conocido se introduce un evento decisivo: el amor no correspondido de Aspasia. Según D’Angour, ella sería la Diotima del diálogo El banquete, de Platón, en el que el filósofo explica que la única que buscaba la sabiduría era ella, con la que aprendió todo sobre el amor. Señala el autor que ambos eran almas gemelas. Inteligentes, elocuentes y persuasivos. Clearco de Solos había escrito que antes de que Pericles y Aspasia se enamoraran, esta había sido compañera de Sócrates. Quizás fue tal desengaño el que provocó en el filósofo una convicción: que las preocupaciones personales, particulares, siempre tienen que estar al servicio de algo más elevado.
En todo este escenario más o menos conocido se introduce un evento decisivo: el amor no correspondido de Aspasia. Según D’Angour, ella sería la Diotima del diálogo El banquete, de Platón, en el que el filósofo explica que la única que buscaba la sabiduría era ella.
Si la hipótesis de D’Angour fuera cierta, estaríamos ante una cuestión trascendental en la historia de la Humanidad. El estímulo de Sócrates, que cambió la orientación del pensamiento filosófico, procedería de una mujer. Sin embargo, el mismo autor nos pone sobre aviso. Su planteamiento no es más que una visión personal de la vida del filósofo. Muchos de los argumentos expuestos son frágiles. Algunos son pura especulación. Otros no son más que meras suposiciones útiles para dar sentido a la visión de D’Angour, pero que están lejos de poder ser comprobadas. Cada pieza de este rompecabezas biográfico encaja con precisión, pero hay muchas aristas en la argumentación que podrían dar al traste con el artificioso engranaje. Más que por su inaudita tesis, Sócrates enamorado es un libro interesante en la medida en que dibuja de manera clara y bien documentada la Atenas en la que vivió el filósofo. Sus páginas son una completa síntesis de los acontecimientos políticos y culturales que presidieron la trayectoria vital de este formidable protagonista de la historia del pensamiento universal. Estamos, por tanto, ante la evocadora imagen del Sócrates más íntimo esbozada sobre un completo ejercicio de erudición de la época dorada de la capital del Ática.
Autor
Mario Agudo Villanueva