Hombres de bronce. Hoplitas en la antigua Grecia

La voz griega para designar la palabra arma era hoplon, por lo que el término hoplita vendría a significar, literalmente, «hombre armado». Sin embargo, cuando hablamos de hoplitas no nos referimos a cualquier clase de combatiente, sino a uno caracterizado por un tipo de armamento en particular y una forma de guerrear que revolucionó el mundo bélico en el Mediterráneo a partir del siglo VII a.C. La figura del hoplita está vinculada al ideal de la buena muerte (kalos thánatos), cantado por el poeta Tirteo en estos épicos versos:

Porque es hermoso que un valiente muera, caído en las primeras filas, luchando por su patria. Es en cambio la cosa más dolorosa de todas vivir como un mendigo, abandonando la patria y sus fértiles campos, errante con la madre querida y el padre anciano y los hijos aun niños y la esposa legítima… Así pues, oh jóvenes, luchad unidos y no deis la señal de la huida vergonzosa ni del miedo; haced grande y fuerte en el pecho vuestro corazón y no tengáis amor por vuestras vidas cuando lucháis con el enemigo… 

(Frag. 6. Traducción de F. R. Adrados, Barcelona, Alma Mater, 1956).

La buena muerte se producía, por tanto, cuando el joven guerrero caía en primera línea en defensa de su patria. Un episodio no solo reflejado en la literatura, sino también en el arte. En el plinto de una escultura masculina hallada cerca de la localidad ática de Anavyssos encontramos la siguiente inscripción:

Detente y laméntate ante la tumba del difunto Creso, al que en un tiempo dio muerte el furioso Ares mientras luchaba junto con los de la primera fila.

(IG I3 1240).

Belleza, juventud, guerra y muerte se funden en otro ideal profundamente griego: el del héroe. Un concepto que vemos desplegado con enorme maestría en la profundidad de los personajes que aparecen en la obra de Homero y que sirvió como referente para las sociedades aristocráticas posteriores que, tras la caída del mundo micénico, trataron de vincular su linaje con los protagonistas del mito. Sin embargo, no es este el lugar para profundizar en este aspecto tan interesante de la sociedad helénica, por lo que vamos a centrarnos en la génesis de estos guerreros.

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Recreación en 3D de una pareja de hoplitas de las Guerras Médicas (490-478 a.C.). PAR – Arqueología y Patrimonio Virtual (2017).

El hoplita basa su fortaleza en su escudo, el aspis, que estaba formado por un gran cuenco circular de borde muy reforzado, casi plano. Alcanzaba un diámetro de 90-110 cm. Se construía con láminas de madera curvadas y encoladas entre sí. El interior iba forrado de cuero fino y el exterior podría ir cubierto de una fina lámina de bronce puramente decorativa o simplemente pintado. La concavidad interior y el amplio borde del escudo permitían al hoplita apoyarlo sobre su hombro izquierdo, descargando así peso de su brazo en combates prolongados, además podía empujar con él a su contendiente. Durante las marchas se colgaba de los hombros por una correa o telamón. El rasgo más distintivo de esta defensa era su sistema de agarre. Se embrazaba pasando el antebrazo izquierdo por una gran embrazadera central de lámina de bronce (porpax) remachada al interior del escudo, y empuñaba luego una agarradera de cuero en el borde del escudo (antilabé). Es un sistema más descansado y seguro, pero también reducía la capacidad de movimiento, lo que obligaba a los hombres a luchar codo con codo, en una estrecha formación llamada falange.

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Recreación en 3D de una pareja de hoplitas de las Guerras Médicas (490-478 a.C.). PAR – Arqueología y Patrimonio Virtual (2017).

Hasta no hace mucho existía un consenso académico sobre el origen de los hoplitas, a los que se vinculada con las poleis. Según esta tesis, sostenida por Robin Lane Fox o Hanson,  entre otros, los campesinos propietarios que querían defender sus territorios y podían costearse su propio armamento -que vendrían a ser los zeugitas de la reforma de la Atenas de Solón-, serían los que habrían dado lugar a este cuerpo de combate, que se habría comenzado a desarrollar en el siglo VII a.C. En este sentido, autores como Sekunda, han hablado de los ciudadanos soldado. El hecho de que estos hombres pudieran adquirir poder militar en detrimento del protagonismo que hasta el momento habían detentado los aristócratas, habría fomentado un sentimiento de igualdad que pudo desembocar en demandas políticas, origen de la crisis social que observamos en el mundo de las ciudades-estado, en especial de Atenas, entre los siglos VII y VI a.C., y base del surgimiento del concepto de isonomía o igualdad de todos los ciudadanos, fundamento de la democracia como sistema político.

Sin embargo, esta tesis se ha sometido a varias revisiones. Van Wees desmitificó el origen campesino de estos guerreros para situarlos en otro ámbito diferente. En su opinión, serían hombres acomodados y movidos por la codicia, en busca de un estatus social y político cada vez más alto. Costearse las armas no era algo baladí, así que solo podrían hacerlo personas con cierto poder adquisitivo. Esto los vincularía con la nobleza, que formando camarillas de hetaíroi, se habrían embarcado en empresas en busca de botín e influencia. Hale ha constatado en fuentes históricas que grupos de soldados griegos ya intervinieron con éxito al servicio de Tiglat-Pileser III en 732 a.C. en la conquista de Damasco, o al servicio de Psamético I, fundador de la dinastía XXVI o Saíta, en Egipto. En este sentido, la figura del hoplita podría estar vinculada a estos soldados de fortuna, de cuya existencia también tenemos evidencias en la obra de Homero. Un escolio de Hibrias el Cretense, que conocemos por Ateneo, nos presenta a estos hombres de combate:

Mi gran riqueza es la lanza y la espada y el bello escudo, defensa de mi cuerpo: con este aro, con este siego, con este piso el dulce vino de las vides, con este llamo siervos a los amos. Mas los que no osan tener ni lanza ni espada ni el bello escudo, defensa de su cuerpo, todos caídos en el suelo, mi rodilla besan, amo y gran rey llamándome. 

(Deinosoph. 695f-696).

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«Recreación en 3D de una pareja de hoplitas de las Guerras Médicas (490-478 a.C.). PAR – Arqueología y Patrimonio Virtual (2017).»

Un panorama, sin duda, apasionante, que se recoge en un libro que llega esta semana a nuestras librerías: «Hombres de bronce. Hoplitas en la antigua Grecia», editado por Desperta Ferro Ediciones.  En él se reúnen diferentes artículos recogidos por Donald Kagan y Gregory F. Viggiano, que corresponden con intervenciones de varios expertos en el congreso sobre la guerra hoplita que tuvo lugar en la Universidad de Yale en abril de 2008. Un encuentro en el que se revisó el estado de la cuestión referente a este cuerpo de combate, que revolucionó la forma de guerrear en la Antigüedad y protagonizó buena parte de la historia del Mediterráneo Oriental hasta la irrupción del Imperio romano.

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Portada del libro

Esta nueva obra nos ofrece una amplia y documentada visión del mundo hoplita, basada en fuentes históricas y arqueológicas, no solo proporcionadas por la arqueología tradicional sino también por la experimental. A través de sus páginas podremos descubrir el contexto en el que se produce la reforma hoplita, conocer el equipamiento de este cuerpo de combate, descubrir cómo se producía en la práctica el enfrentamiento entre estos grupos armados, determinar cuál fue el contexto en el que surgen y se desarrollan, profundizar en su vinculación con la aparición de la polis o identificar las razones  de su declive. Sin duda, se trata de una obra imprescindible, no solo para los aficionados a la historia militar, sino también para los que quieran conocer con más detalle la historia de Grecia y, en general, del Mediterráneo oriental.

Autor

Mario Agudo Villanueva