Javier Murcia: «desde que podemos encontrar una comunidad organizada en Atenas, todo gira en torno a la Acrópolis»

Cuando hablamos de Atenas nuestra mente viaja, de forma casi inconsciente, a su edad de oro, encarnada fundamentalmente por Pericles. Sin embargo, el recorrido de la ciudad es mucho más amplio y buena parte de su trayectoria nos resulta todavía desconocida. Las primeras referencias escritas aparecen en la Ilíada, donde ya se nos habla de la «bien construida». Hemos querido acercarnos a ese pasado más oscuro de la ciudad de la mano de Javier Murcia Ortuño, autor de «Atenas: el esplendor olvidado», editado por Alianza Editorial, obra en la que se profundiza en la historia más remota de la capital del Ática.

Pregunta – ¿Fue Atenas desde su origen la ciudad de la Acrópolis?

Respuesta – Sí, desde luego. Desde que podemos encontrar una comunidad organizada, todo gira en torno a la Acrópolis; no hay duda de que era un lugar con buenas condiciones para la defensa y el control del territorio. Para empezar, fue el centro político de un reino micénico. Sobre la cima se construyó un palacio que estaba protegido por una sólida muralla; algunos restos de esta muralla sobreviven cerca de la entrada monumental que proyectó Mnesicles en tiempos de Pericles; intencionadamente fueron preservados, lo que nos indica el respeto que sentían por aquellas venerables piedras. Cuando la civilización micénica desapareció y dio comienzo la Edad Oscura, la roca se convierte en una zona consagrada a los dioses, en especial a la diosa patrona de la ciudad, Atenea. Los mitos, en los que creían firmemente los atenienses, vinculaban concretamente aquel suelo con la presencia de dos dioses, Poseidón y Atenea. El culto a Atenea sirvió para unir a todos aquellos que se consideraban atenienses y logró cohesionar un territorio que era enorme para los parámetros normales de una polis griega. Desde ese momento la acrópolis se convierte en el centro espiritual de Atenas. La actividad cívica y política se desplazó al ágora, un espacio que tomó forma en tiempos de Solón y que fue progresivamente ampliándose. Sin embargo, la Acrópolis siguió siendo el símbolo de Atenas; su posesión y su control eran la señal visible del poder sobre la ciudad. Esto explica que Cilón intente su asalto en el 640 cuando pretendía hacerse con la tiranía de Atenas; y que Pisístrato la ocupe de inmediato tras recibir su guardia personal y se convierta en tirano de la ciudad en el 561.

Portada del libro

Pregunta – En Ilíada II, 546, 549 se nos habla de la «bien construida Atenas» ¿qué sabemos de la ciudad en tiempos homéricos?

Respuesta – La sociedad de esta época tiene un marcado carácter aristocrático; La realeza había desaparecido probablemente en el siglo VIII y en su lugar gobernaban la ciudad tres magistrados civiles llamados arcontes; a estos cargos solo accedían unas pocas familias, los eupátridas, es decir, “los de buenos padres”. En los enterramientos la élite de la ciudad dejaba claro su estatus, en el siglo VIII hay un claro aumento en la riqueza de los ajuares funerarios; los hombres son enterrados con los atributos de un guerrero, como las espadas, en cambio las mujeres con objetos de cerámica y joyas. La riqueza es evidente en los objetos de lujo que debían importarse del exterior y que fueron hallados en las tumbas. Por estos enterramientos podemos saber que las mujeres gozaban de una posición y reconocimiento que en época clásica será impensable; la existencia de una sociedad aristocrática implica la valoración de la mujer que se convierte en pieza clave por medio de los enlaces matrimoniales para las alianzas familiares. Esta especial valoración de la mujer todavía se alcanza a ver en los poemas homéricos.

Restos de la Edad del Bronce al pie de la Acrópolis. Foto: Mario Agudo Villanueva

La agricultura y la ganadería eran las principales fuentes de riqueza; el olivo era el cultivo más extendido y los excedentes de aceite se destinaban a la exportación, tal vez en navíos de otras ciudades como las de Eubea o Egina. En esta actividad los aristócratas se enriquecería particularmente; los nobles habían acaparado desde el comienzo de la época oscura las mejores tierras en las escasas llanuras fértiles del Ática, ahí se producía el cereal, sobre todo cebada; es significativo que en los ajuares funerarios de las mujeres de la nobleza se encontrasen pequeños graneros realizados en cerámica.

En cuanto a las clases inferiores no han dejado huella visible en el registro arqueológico, pero podemos pensar en campesinos más modestos que intentaban poner en valor las tierras menos fértiles y también en jornaleros dependientes sin tierras, como los thetes de los poemas homéricos.

El acontecimiento más importante de esta época fue el proceso de unificación política del Ática, en torno a la ciudad de Atenas. Este proceso conocido como sinecismo es difícil de fechar  pero se suele situar entre el siglo IX y VIII; fue sin duda paulatino y se llevó a cabo por la voluntad de la élites aristocráticas. Debido a esta unificación territorial y política, Atenas con una gran extensión de 2500 km. cuadrados se convirtió en una de las mayores poleis de Grecia.

Pregunta – Cilón, Dracón, Solón… ¿Qué aportación destacaría de esos conocidos legisladores?

Respuesta – La tarea legislativa de Dracón es casi desconocida, pues poco tiempo después sus leyes fueron derogadas por Solón, sin embargo, las relativas al homicidio siguieron vigentes hasta la época clásica; los atenienses las reeditaron en el 409 en una estela de mármol que se ha conservado; gracias a esta feliz circunstancia podemos saber que establecía un fina distinción entre el homicidio doloso y el involuntario y que intentaba imponer la autoridad del estado sobre las venganzas particulares. También ha servido para borrar la fama de dureza de su legislación que viene a partir de un comentario de Aristóteles.

Retrato de Solón. Foto: Mario Agudo Villanueva

Solón es el gran legislador ateniense; diseñó un nuevo orden político y legal que se mantuvo sin cambios durante siglos; por ejemplo, la división de la población en cuatro clases según su riqueza. Sus leyes abarcaron todos los aspectos y sobre todo fueron encaminadas a fomentar la cohesión social y castigar la ostentación de las clases aristocráticas. Sin duda, la más importante fue aquella ley que permitía a cualquier ciudadano iniciar un proceso en favor de otra persona que hubiese sido atropellada en sus derechos. Aristóteles la consideró como una medida de especial trascendencia política, ya que contribuyó al desarrollo de un verdadero espíritu democrático dentro de la sociedad ateniense.

Pregunta – Tras las escaramuzas con Megara, Pisístrato engaña al pueblo y se dota de una guardia personal con una estratagema. Se inaugura así la época de los tiranos. Háblenos de este régimen político (la tiranía) y sus consecuencias en el desarrollo posterior de la historia de Atenas.

Respuesta – La tiranía fue una solución a los conflictos sociales que afectaron a las ciudades griegas donde la vieja aristocracia monopolizaba el poder. Gracias al comercio habían surgido nuevas formas de enriquecimiento y en la guerra el nuevo sistema de combate hoplita exigía la participación de un amplio número de ciudadanos que ahora querían tener más peso en la dirección de la ciudad. El tirano es un hombre que se hace con el poder de forma violenta y que actúa a su antojo sin someterse a las leyes y al ordenamiento constitucional. Por lo general, es un aristócrata ambicioso que aprovecha las discordias existentes entre las diversas facciones dentro de su propia clase. Antes se ha labrado una buena reputación en la ciudad como dirigente militar en las guerras contra las ciudades vecinas, demostrando sus cualidades de líder y su carisma. Se apoya en las clases populares a las que se gana con promesas como el reparto de tierras.

Vista de la Acrópolis de Atenas desde el Ágora griega. Foto: Mario Agudo Villanueva.

La tiranía domina el panorama de Atenas prácticamente durante toda la segunda mitad del siglo VI. En principio la tiranía de Pisístrato no supuso una alteración de las instituciones ni de las leyes que había establecido Solón; con mucha prudencia e inteligencia política Pisístrato mantuvo una apariencia de normalidad y legalidad; se limitó a controlar el acceso a las magistraturas que ahora solo estaban al alcance de su familia o de personas afines; a pesar del impuesto con que gravó a la población supo ganarse la simpatía de las clases humildes. En ese sentido no fue una tiranía sanguinaria y opresiva como las que conocemos en otras ciudades griegas.

Es evidente que un periodo tan largo condicionó la historia de la ciudad. En principio porque el diseño de la expansión futura de Atenas sobre el norte del Egeo y la zona de los Estrechos queda fijado; así como el papel de Atenas como cabeza de los griegos de estirpe jonia (aquí es significativo el interés de Pisístrato por la isla de Delos, isla sagrada dedicada a Apolo y centro espiritual de los jonios; pero, sobre todo, porque la tiranía había favorecido a las clases populares que se sentían ahora parte integrante y activa en la marcha del estado. Tras la expulsión de los tiranos en el 510 ya no se pudo volver a la situación anterior: a las luchas entre las familias aristocráticas por el control de las magistraturas. El camino hacia formas de gobierno más participativas quedó abierto.

Pregunta – En su libro habla también de dioses. El peso de la religión se nota en cada metro cuadrado de la antigua ciudad, desde los pequeños santuarios al pie de la Pnyx hasta el propio Areópago o las cuevas de la Acrópolis ¿En qué medida marcó la Religión de la ciudad el devenir de su política?

Respuesta – La religión y los mitos fueron usados convenientemente como método de propaganda por todos los tiranos y Pisístrato no fue la excepción. Sin duda se consideró un elegido de los dioses, e intentó transmitir esa idea al pueblo de Atenas para que le apoyara; la forma en que asume su tiranía en una procesión donde una mujer alta y hermosa representando a Atenea lo introducía en la ciudad es un buen ejemplo de ese papel de la religión en la vida de los antiguos griegos, gentes muy religiosas.

Detalle de la escena del teatro de Dioniso. Foto: Mario Agudo Villanueva

Pisístrato instituyó festivales de Estado y trasladó numerosos cultos a la ciudad desde otras localidades del Ática. Esta centralización, que a la larga contribuyó mucho al fuerte sentimiento patriótico de los atenienses, estaba encaminada a privar a las aristocracias locales del Ática de uno de sus pocos ámbitos de poder: el religioso. Pisístrato se esforzó en desvincularlos de cualquiera familia o lugar y presentarlos como un elemento común a todos los ciudadanos. Parte de la fuerza de la tiranía descansa en la habilidad para presentarse como representativa de toda la comunidad sin distinción.

En el libro repaso los diferentes cultos que Pisístrato centralizó en la ciudad; en primer lugar, el dedicado a Dioniso en Eléuteras en la frontera con Beocia; se puede decir que la gran popularidad de este dios en Atenas se debe al tirano que lo fomentó de forma especial por su carácter popular. Pisístrato trajo de Braurón (que era el solar de origen de la propia familia del tirano) el culto a Ártemis y en la mismísima Acrópolis levantó un recinto sagrado en honor a la diosa. Además fomentó nuevas formas de culto que sirviesen para cohesionar a la población por encima de partidismos y localismos, uno de ellos seguramente el de los Doce Dioses, a los que dedicó un altar en el ágora.

La tarea de Pisístrato en Atenas relativa a los dioses fue muy destacable y aquí jugó un papel principal la propia personalidad del tirano que estuvo muy inclinado por estos asuntos así como por oráculos y adivinos.

Pregunta – Si hay una estirpe famosa en Atenas es la de los Alcmeónidas, ¿a qué se debe su papel decisivo en la historia de la ciudad?

Respuesta – Desde finales del siglo VII hasta el 429, año en que muere Pericles, los Alcmeónidas están involucrados en todos los grandes acontecimientos y cambios políticos que tienen lugar en Atenas. Fue, sin duda, la familia más rica e influyente de la ciudad durante muchas generaciones.

Su primera aparición en la historia tiene que ver con el asunto de Cilón, aquel ateniense que pretendió convertirse en tirano en el último tercio del siglo VII. El alcmeónida Megacles, que era arconte en ese momento, fue el responsable de la ejecución de los participantes en el golpe de estado (aunque Cilón pudo escapar). Como esos hombres se habían acogido a la protección de los dioses, la familia fue considerada maldita e impía y una mancha religiosa por aquel crimen acompañó a la familia durante siglos; incluso en tiempos de Pericles, al comienzo de la guerra del Peloponeso, los espartanos volvieron a poner en el tapete aquel estigma para desprestigiar a Pericles.

Santuario de Delfos, escenario de las Guerras Sagradas. Foto: Mario Agudo Villanueva.

Pero la familia no perdió ni su posición ni su riqueza; el hijo de aquel Megacles llamado Alcmeón participó en la Primera Guerra Sagrada como estratego y emparentó con el poderoso tirano de Sición llamado Clístenes. El hijo de Alcmeón se llamó Megacles como su abuelo; este Megacles se convirtió en el líder de un partido y entró en la lucha de clanes aristocráticos; al principio tuvo buenas relaciones con Pisístrato con el que casó a una de sus hijas, pero cuando este matrimonio se rompió, Megacles obligó a Pisístrato a salir al exilio. Cuando Pisístrato, tras la batalla de Palene en el 547/6, se hizo con la tiranía de Atenas, los Alcmeónidas marcharon al exilio. Pero debieron de volver a Atenas en algún momento y no estuvieron en malas relaciones con los tiranos. Parece que Clístenes, hijo de Megacles, fue arconte en el 525/4 poco después de la muerte de Pisístrato.

Retrato de Aristogitón. Foto: Mario Agudo Villanueva

Cuando Pisístrato murió, las relaciones con sus hijos, Hipias e Hiparco, que habían heredado la tiranía, fueron más difíciles. Cuando Hiparco fue asesinado por Harmodio y Aristogitón, Hipias endureció la represión que se dirigió sobre todo contra los círculos aristocráticos donde se había fraguado el complot; entonces los Alcmeónidas salieron al destierro. Se establecieron en Delfos donde tenían buenas relaciones. Junto a otras familias exiliadas intentaron librar a Atenas de la tiranía en el 513 pero fueron derrotadas; de nuevo en Delfos usaron su influencia en el santuario para conseguir el apoyo de los espartanos; en una  nueva expedición los Alcmeónidas y el rey espartano Cleómenes entraron en Atenas y expulsaron al último tirano. Como Heródoto afirma, los Alcmeónidas fueron los grandes artífices de la caída de la tiranía.

Por supuesto, su contribución más importante a la historia de Atenas fue la implantación de la democracia. Clístenes entregó el poder al pueblo e inició una serie de reformas que permitían a todos los ciudadanos participar en la dirección del estado. Al repasar estas cuatro generaciones, debemos valorar el empuje de la familia, su habilidad para las relaciones internacionales, su incansable ambición por el poder y su amplitud de miras más allá de su clase.

Vista trasera del Partenón. Foto: Mario Agudo Villanueva

Pregunta – Después de ese esplendor olvidado del que nos habla en su libro, llegan los años de Pericles, el auge de la ciudad, su hegemonía sobre el resto de Poleis y poco después su ocaso ante el empuje macedonio, que se aprovechó de las luchas intestinas entre las Poleis durante los cruentos años de la Guerra del Peloponeso ¿Fue Atenas víctima de su propio éxito?

Respuesta – Fueron varias las claves del éxito de Atenas; en primer lugar, su gran extensión en comparación con las demás poleis; luego, su numerosa población con plenos derechos (algo no muy habitual en el mundo griego) y por último, su espíritu aventurero y emprendedor; en el arcaísmo comenzó una cierta expansión con resultados no muy satisfactorios, pero al inicio de la época clásica se volcó en el mar y alcanzó niveles de prosperidad desconocidos para Grecia. Tras las Guerras Médicas consiguió, gracias a su empuje, un imperio sobre las islas del Egeo. Este imperio no fue especialmente opresivo a pesar de la opinión de Tucídides y se basó en el apoyo de las clases populares de otras ciudades. Por supuesto, el éxito siempre comportaba la envidia y los recelos de las demás ciudades; muchas veían con preocupación cómo Atenas las anulaba comercialmente; otras, como Esparta y Tebas, sencillamente temían el incremento excesivo de su poder, de modo que fuera una amenaza para la libertad y la autonomía, las dos obsesiones del mundo griego antiguo. Pero como hemos visto siempre a lo largo de la historia, el triunfo y el éxito tienen una dinámica imparable, por eso siempre recuerdo las palabras que Tucídides pone en boca de Pericles cuando replica a los atenienses descontentos con la guerra: “Poseéis este imperio ya como una tiranía; puede ser que os parezca injusto detentarlo pero es mucho más peligroso perderlo”.

 

Autor

Mario Agudo Villanueva