La geografía antigua estaba repleta de espacios singulares en los que los dioses se pronunciaban sobre los asuntos de los mortales. En nuestras mentes resuenan con fuerza los nombres de Delfos, Dodona, Dídima, Delos o Siwa, pero el listado de enclaves es mucho más extenso de lo que podríamos imaginar. La adivinación era una práctica común, fundamental para afrontar el futuro con el menor grado de incertidumbre posible. Pero algunas de estas localizaciones iban mucho más allá de la religión para convertirse en centros de influencia política de primer orden. El historiador Diego Chapinal Heras ha publicado recientemente La voz de los dioses. Los oráculos y la adivinación en el mundo griego (Ático de los Libros, 2023), así que hemos querido invitarle a Legado griego para charlar sobre esta fascinante disciplina.

Pregunta – Comencemos este periplo por Delfos, al que podríamos calificar como el oráculo más célebre de la Hélade. No en vano, era considerado el «ombligo del mundo». Enclavado en un paisaje sobrecogedor, como usted mismo destaca en el primer capítulo del libro ¿pudo deberse su importancia, tal y como ha apuntado Michael Scott, a la gran cantidad de información que los sacerdotes del santuario acumulaban sobre diferentes partes de Grecia?
Respuesta – Sin duda, coincido con la tesis de Michael Scott. Y aún se podría añadir más: la importancia que Delfos fue adquiriendo con el paso del tiempo favoreció precisamente que lo visitase cada vez más gente, con el consecuente aumento de información. Así que es una dinámica que funciona en ambos sentidos. De hecho, esto ocurría en general en todos los santuarios oraculares, aunque a menor escala en función de la cantidad y variedad de peregrinos que recibiese. Al fin y al cabo, el personal del oráculo necesitaba estar al tanto de todo lo que ocurriese en el mundo griego en general, para así tener cierta base a la hora de preparar su respuesta al consultante de turno. Partiendo de la base de que los antiguos dioses en realidad no estaban ahí para responder, conocer bien la situación de los contactos entre los diferentes territorios y la propia situación de éstos era muy importante si se querían ofrecer vaticinios con fundamento. Porque aunque en algunos oráculos la respuesta dependiese más del azar, o bien se pudiera elaborar de una forma más o menos ambigua, en muchos casos lo que encontramos es algo razonado y argumentado.
Esto tiene una implicación muy clara: la influencia que un oráculo como Delfos podía tener en el devenir político. Determinadas cuestiones, como una declaración de guerra, la firma de una alianza o la fundación de la colonia, tenían que estar refrendadas por los dioses. El poder que tenía aquí el personal del santuario, como la Pitia y sus asistentes, era considerable. De ellos dependía en última instancia que la respuesta fuera o no favorable, siendo así capaces de mover los hilos de la política.

Pregunta – Delfos es célebre también por algunas máximas grabadas en los muros de sus edificios ¿existe algún tipo de relación entre adivinación y filosofía?
Respuesta – Afirmativo. Las diferentes doctrinas filosóficas giran en torno a la religión, de hecho, ya fuera para subrayar aspectos concretos de éstas, ya para cuestionar la intervención divina. La filosofía, al fin y al cabo, se plantea la situación del ser humano en el mundo que les rodeaba y el grado de protagonismo que los dioses – y, estrechamente relacionada con ellos, la propia naturaleza – en todo lo que ocurría. Delfos parece haber sido un lugar especialmente importante a la hora de presentar el pensamiento de la época por medio de las diferentes máximas. Una de las frases más famosas, por supuesto, es el «Conócete a ti mismo», asociada a Sócrates o a otros de los sabios griegos, y escrita en la pronaos del templo de Apolo en Delfos. En general estos aforismos estaban pensados para que los consultantes reflexionaran, no sólo acerca de la consulta que pretendían hacer, sino sobre su propia esencia vital.
Pregunta – La voz de Apolo también se escuchaba en la árida Delos, en pleno Egeo, un lugar totalmente diferente a Delfos, mientras que Beocia era considerada tierra de oráculos ¿qué condiciones debían darse en un determinado enclave para que se instituyese un oráculo?
Respuesta – Es difícil dar una respuesta concisa a esta pregunta, ya que no parece que podamos sacar un listado de características específicas que todo santuario oracular debía tener. Quizá precisamente ahí radique lo interesante del fenómeno, ya que, a efectos prácticos, a priori cualquier sitio podía albergar una sede divina. El surgimiento de espacios religiosos normalmente se dio por la confluencia de rutas, ya fueran terrestres o marítimas, y desarrollaron sus primeros estadios de actividad religiosa como punto de encuentro para la comunidad local o para los pastores de la zona, por ejemplo. Delos, en este sentido, tendría especial importancia como isla situada en el centro de las Islas Cícladas, y muy bien conectada con las rutas que atravesaban el Egeo; además, justo su condición de isla árida, como bien la has descrito, desempeñaría un papel importante al ser un lugar que de por sí no tendría un gran potencial económico más allá de la propia presencia de un santuario oracular y lo que ello implicaba. También hay que tener en cuenta, por supuesto, el factor paisaje, ya que los oráculos en muchos casos – aunque ni mucho menos todos – se localizaban en parajes naturales, tales como montañas o valles. En el imaginario griego, la naturaleza «salvaje» era el territorio predilecto de los dioses, donde encontramos la mayoría de manifestaciones divinas. Esto, por tanto, favorecía que hubiera epifanías que derivaran en la creación de oráculos. Ahora bien, por desgracia prácticamente no tenemos testimonios de fundaciones de oráculos explicadas de una manera totalmente racional y sin que mediase la intervención divina con una argumentación basada en mitos o en elementos poco creíbles.

Pregunta – Desde una perspectiva diacrónica, y de forma sintética, ¿cómo evoluciona el papel de los oráculos desde época arcaica hasta su declive?
Respuesta – A grandes rasgos, el auge de los oráculos abarca principalmente las épocas arcaica y clásica, es decir, los s. VIII a IV a.e.c. Aquí vemos cómo las grandes decisiones de las poleis pasan por los oráculos, así como una gran cantidad de consultas privadas – formuladas por individuos, en lugar de colectivos. En época helenística parece haber cierta reducción de la actividad mántica, quizá por haber una mayor apertura a otras prácticas religiosas foráneas, especialmente del Próximo Oriente y de Egipto. Pero también puede deberse a que los autores antiguos mencionan menos las consultas porque para ellos se trata de un tema menos relevante. En todo caso, en general la epigrafía también muestra este descenso. En época imperial, con Roma controlando todo el Mediterráneo, se percibe una revitalización generalizada de los oráculos, en parte gracias a los emperadores filohelenos, como Trajano y Adriano, que potencian los valores y costumbres de la Grecia clásica. A partir de ahí, sin embargo, la decadencia es gradual e inexorable, en paralelo con la expansión del cristianismo, que a la postre terminará consolidándose como única religión oficial del Imperio, quedando clausurados los santuarios paganos en general, y la actividad mántica en particular. Tenemos por tanto casi un milenio y medio de práctica adivinatoria en forma de oráculos en el mundo griego, a lo que hay que sumar por supuesto los adivinos ambulantes.
Pregunta – En torno al oráculo de Delfos se organizó el Consejo anfictiónico, cuyo control resultó clave a la postre en el devenir de la historia griega. Si bien no podemos considerar este tipo de agrupaciones como un germen del pensamiento panhelénico ¿cree usted que estos puntos de reunión contribuyeron de alguna manera a establecer lazos entre las diferentes poleis y estados culturalmente griegos?
Respuesta – Correcto. Ya dijo Heródoto en el s. V a.e.c., en un discurso pronunciado por los atenienses en relación con las Guerras Médicas, que había determinados elementos que unían a toda la comunidad griega (VIII, 144, 2). Dichos elementos eran la identidad étnica y lingüística, las costumbres y, por supuesto, los santuarios y sus dioses comunes. Precisamente la destrucción de las imágenes y los templos de estos dioses a manos de los persas fue uno de los principales argumentos de Atenas para justificar esta unidad, que no es otra que la Liga de Delos. Los santuarios, especialmente los panhelénicos, visitados por «todos los griegos», ejercieron por tanto de pegamento para esta identidad común, si bien a nivel político no tenemos una unión real hasta mucho tiempo después. El Consejo Anfictiónico en sí mismo es una muestra de esta unión a pequeña escala, efectivamente. El santuario de Olimpia, por su parte, fue también determinante a la hora de exigir «ser griego» para poder participar en los Juegos Olímpicos, aunque aquí siempre encontramos mecanismos para argumentar que comunidades tachadas por algunos como «bárbaras» sí pudieran tener presencia en estas competiciones. Es el caso por ejemplo de los reyes de Macedonia, un territorio a caballo entre el mundo griego y el tracio. A partir del desarrollo de un mito que situaba el origen de la dinastía Argéada en el Peloponeso, se facilitó que, en un momento dado, pudieran participar en los Juegos, teóricamente, primero con Alejandro I – aunque lo más probable es que sea un episodio falso – y con seguridad Filipo II. La identidad griega, por tanto, siempre fue moldeable, pues al fin y al cabo la identidad es una construcción cultural y social, no algo rígido e inamovible.

Pregunta – Mención especial merecen los adivinos, al principio itinerantes, pero también establecidos en la corte, como en el caso de Aristandro en Macedonia ¿podría darnos algunas pinceladas sobre estos personajes tan populares en la cultura helena?
Respuesta – La actividad de los adivinos ambulantes siempre fue en paralelo a la de los santuarios oraculares, habiendo de hecho tanto mujeres como hombres con poderes proféticos. Aquí encontramos dos tipos. Por un lado, los adivinos que ofrecían sus servicios por un precio mucho más modesto que el de los oráculos y que por tanto tenían un amplio mercado entre las capas más bajas de la sociedad. Por otro lado, aquellos que se movían más en las altas esferas, como efectivamente hizo Aristandro de Macedonia. Estos últimos solían acompañar a generales en las batalla, o estaban presentes en la corte de las diferentes monarquías que había en el mundo griego o en los reinos de Asia Menor, por citar otros ejemplos. Esta presencia se debía, como hay que subrayar de nuevo, a que toda decisión de calado debía quedar refrendada por los dioses. Si éstos no eran favorables, la empresa en cuestión no se debía llevar a cabo. Contamos con adivinos muy famosos en la mitología, como Tiresias, Calcante, Manto y Melampo, del mismo modo que los hubo también en época histórica, como fue el caso de Onomácrito de Atenas y Teoris de Lemnos. La propia terminología utilizada para referirse a ellos se podía usar de manera favorable, como «magos», «goes», «pharmakeus» y «agyrtes». Su traducción variaba, pudiendo interpretarlos como adivinos, brujos, hechiceros o, en el caso concreto del «agyrtes», sacerdote mendigo. De este modo, si se les quería criticar, este término era el preferido.
Pregunta – Como puntos de reunión de gentes procedentes de diferentes orígenes, los oráculos estaban rodeados de muchos elementos que podríamos considerar prosaicos ¿qué sabemos de la vida cotidiana en torno a los centros de consulta más relevantes?
Respuesta – Los santuarios oraculares, como todos los santuarios en general, eran centros religiosos, económicos, sociales, culturales y políticos. Esto quiere decir que podemos encontrar aquí todo tipo de actividades, más allá del propio acto de la adivinación. Por ejemplo, las prácticas religiosas implicaban la realización de sacrificios y el depósito de ofrendas, motivo por el cual siempre había tiendas y talleres donde adquirir lo necesario, salvo que el peregrino en cuestión llevase la ofrenda desde su lugar de origen, por ejemplo. También eran lugares de reunión, por lo general de las élites, tanto locales como regionales, que celebraban banquetes – symposia – que servían para reforzar sus lazos de unión, tanto social como política. Por supuesto, en muchos de estos lugares había competiciones deportivas y artísticas, motivo por el cual había edificios tales como el teatro, el estadio y la palestra. En Delfos, además, fue muy frecuente que las diferentes poleis y comunidades griegas erigiesen monumentos y tesoros que subrayaban sus gloriosas hazañas y el poder e influencia que tenían. En cuanto a los que vivían en estos lugares, el personal del santuario, su día a día pasaba por la correcta gestión de todas las actividades que se llevaban a cabo aquí.

Pregunta – Las formas de la adivinación en el mundo antiguo eran inescrutables. Destaque alguna que le parezca especialmente curiosa.
Respuesta – Hay algunos casos ciertamente interesantes. El oráculo de Deméter en Patras combinaba la hidromancia –adivinación por medio de agua– y la catoptromancia –con espejos-. Este lugar era visitado normalmente por enfermos, que debían poner un espejo justo debajo de la superficie del agua. Si en la imagen reflejada el consultante aparecía sano, se curaría, mientras que en caso contrario su futuro era más oscuro. Tenemos también adivinación por medio de dados, lo que nos remite directamente al azar, o por medio de la ictiomancia, es decir, con peces. En un oráculo de Apolo en Licia, por ejemplo, se metían dos espetones con peces en un remolino de agua. La forma de moverse de los peces, así como los colores que estos supuestamente adquirían, constituía el mensaje divino. Como vemos, por tanto, hay mecanismos muy variopintos y, en definitiva, podemos decir que cada oráculo era único, pues tenía sus propias particularidades.
Autor
Mario Agudo Villanueva
