Alejandro Magno fue uno de los personajes más determinantes de la Antigüedad, pero su trayectoria todavía nos ofrece una gran cantidad de interrogantes. Su figura se presenta ante nosotros confusa y esquiva, contaminada de mitos que comenzaron a forjarse en vida del conquistador, con el agravante de que apenas conservamos testimonios históricos contemporáneos. La mayoría de grandes relatos de su vida son de época romana. Pese a todo, la gran importancia histórica del personaje ha suscitado un innumerable número de estudios abordados desde todo tipo de perspectivas. Buena cuenta de ellos nos ofrece Antonio Ignacio Molina Marín en su monumental Alejandro Magno (1916-2015): un siglo de estudios sobre Macedonia Antigua (Pórtico, 2018), un completo compendio historiográfico sobre las publicaciones más relevantes desde comienzos del siglo XX. La última gran novedad en torno al macedonio llega de la mano de uno de los más importantes especialistas españoles en su figura, Francisco Javier Gómez Espelosín, que acaba de publicar Las geografías de Alejandro , un volumen imprescindible que forma parte de las monografías de Gahia que publican conjuntamente las Universidades de Sevilla y Alcalá de Henares. En Legado griego hemos querido conocer de primera mano algunas de las cuestiones abordadas en este libro con su autor.
Pregunta – La geografía va unida, casi de forma intrínseca, a los mapas ¿qué tipo de documentación se utilizaba en época de Alejandro y en qué medida la ocupación persa de Macedonia pudo contribuir a un mayor conocimiento práctico de Asia respecto al de otros griegos?
Respuesta – La verdad es que sabemos muy poco de los posibles mapas que pudieron circular en el mundo antiguo, ya que el único ejemplar que ha llegado hasta nosotros, a través de una copia medieval, es la famosa Tabula Peutingeriana. Sin embargo, sabemos que debieron existir los llamados Ges Períodoi a los que alude Aristóteles en sus Meteorologicá, que debieron ser una especie de itinerarios resultado de viajes comerciales o diplomáticos. Es posible que se generaran esquemas, más que mapas propiamente dichos, de las regiones del mundo habitado, como los que pudo habilitar Aristóteles, pero la verdad es que de poco pudieron servirle a Alejandro, y antes a Filipo II, para preparar la conquista de Asia con todos sus condicionantes logísticos y geográficos que no figuraban de forma explícita en esta clase de esquemas. Seguramente el conocimiento del imperio persa en la corte macedonia provenía de otro tipo de fuentes de información que no podemos precisar, pero que evidentemente poseían, a la vista de los resultados de la campaña y de la forma en la que el propio Alejandro se sitúa en el curso de la expedición. La larga etapa de contactos de la corte macedonia con la persa desde finales del siglo VI a.C., con las iniciativas que esta circunstancia propiciaba, debieron favorecer la existencia de esta escala sorprendente de informaciones a través de canales diversos como exiliados persas en Macedonia, intercambios diplomáticos u otro tipo de contactos. La famosa anécdota que cuenta Plutarco sobre la sorpresa de los enviados persas ante las preguntas tan concretas y específicas que el joven Alejandro les formulaba es tan solo la punta del iceberg que apunta en esta dirección a un nivel puramente anecdótico y circunstancial.

Pregunta – ¿Ha podido la concepción del póthos limitar la mirada con la que afrontamos los estudios de la campaña de Alejandro?
Respuesta – Sin duda alguna. Contemplamos la campaña y su desarrollo con ojos griegos, ya que estas son nuestras únicas fuentes de información, como el despliegue progresivo de una expedición hacia Oriente con todas las connotaciones de misterio que este ámbito implicaba dentro del imaginario griego. Su líder, un héroe excepcional, iba superando todos los obstáculos que se interponían en su camino, como ríos, montañas y desiertos. Sin embargo, la realidad fue mucho más compleja, ya que como decíamos en la pregunta anterior, el alto mando macedonio poseía las informaciones necesarias de todo tipo para afrontar el imponente desafío que implicaba la conquista. El póthos se convirtió en el instrumento de factura griega que permitía explicar muchas acciones que desde dicha perspectiva helena no podían entenderse de otra manera que como hechos impulsados por un sentimiento particular, de naturaleza romántica, que acentuaba la búsqueda constante de lo desconocido, asumiendo sin más todos los riesgos que implicaba este tipo de empresas. La realidad, una vez más, resultó mucho más prosaica y los estímulos de estas acciones hay que buscarlos en otras motivaciones más concretas, de carácter coyuntural o ideológico, que remiten a unos parámetros bien diferentes a los puramente griegos, como los de un mundo oriental en el que Alejandro se hallaba plenamente sumergido, quizás ya desde el inicio de la expedición, pero con seguridad después de su paso por Egipto, Babilonia y las capitales persas.
La larga etapa de contactos de la corte macedonia con la persa desde finales del siglo VI a.C., con las iniciativas que esta circunstancia propiciaba, debieron favorecer la existencia de esta escala sorprendente de informaciones a través de canales diversos como exiliados persas en Macedonia, intercambios diplomáticos u otro tipo de contactos.
Pregunta – En estos primeros años de reinado, Alejandro sigue la agenda política de su padre ¿qué sabemos de los planes iniciales de conquista de Asia? Algunos investigadores se basan en la actitud conservadora de Parmenión para afirmar que Filipo había planificado liberar a las ciudades griegas de Asia Menor…
Respuesta – De nuevo chocamos frontalmente con nuestra casi absoluta ignorancia acerca del tema, ya que los planes de Filipo permanecen en el más completo secreto. Hay que pensar que las planificaciones de la corte macedonia no traspasaban fácilmente hasta los medios literarios griegos, como sí sucedía, en cambio, en casi todas las iniciativas griegas, adoptadas dentro de un ámbito comunitario que garantizaba su inmediata difusión a través de la asamblea o de concentraciones públicas en el teatro o el ágora. De la corte macedonia trascendían al mundo griego tan solo las habladurías y los chismes, como las conflictivas relaciones de Filipo y Olimpíade, por ejemplo, pero no las cuestiones militares que seguramente permanecían dentro del círculo cerrado en el que se discutían y adoptaban. Es cierto que, a juzgar por la actitud conservadora de Parmenión, podríamos deducir que el techo máximo de las aspiraciones de Filipo era mucho más limitado y modesto que las de Alejandro, pero no hay que olvidar el triste papel que nuestros testimonios confieren a la figura del viejo general macedonio, siempre retardando y obstaculizando las acciones del monarca, cuando parece a todas luces que su papel en la conquista resultó determinante en algunas de las batallas libradas. Resulta muy difícil trasladar esta aparente actitud del viejo general macedonio, lastrado por la percepción parcial e interesada de la propaganda oficial hasta el propio Filipo, quien posiblemente tenía ambiciones semejantes a las de su hijo, si bien la tradición conservada y el papel estelar de Alejandro establecieron siempre una especie de contrabalanza entre uno y otro, cuando las cosas posiblemente fueron diferentes.

Pregunta – Usted se muestra escéptico sobre la influencia de Aristóteles ¿Se ha idealizado en exceso la relación maestro-discípulo?
Respuesta –Creo que por completo y que es el resultado de la fascinación que produce el encuentro del mayor de los conquistadores con el más ilustre de los filósofos, tal y como se refleja en la tradición posterior, especialmente en el mundo árabe. Da la sensación de que Alejandro no sintonizaba para nada con el talante y la disposición de su maestro. El propio Plutarco, que es nuestra única fuente al respecto, se ve obligado a admitir a regañadientes que las relaciones entre ambos luego se enfriaron, aunque no llegaron a distanciarse del todo. La famosa carta de Alejandro a Aristóteles sobre las maravillas de la India, claramente espuria, incide también sospechosamente sobre este hermanamiento científico de los dos protagonistas en una especie de excusatio non petita. Desde un punto de vista práctico resulta imposible pensar que Alejandro, por muy excepcional que fuera, tuviera tiempo para todo, cuando ya desde edad muy temprana, estando todavía bajo la tutela didáctica de Aristóteles, se vio requerido por las tareas de gobierno en ausencia de su padre, algo además frecuente por sus continuadas campañas, con todo lo que ello comportaba. La caza, la guerra y los banquetes eran las principales actividades de los monarcas macedonios, aunque luego camuflaran sus aspiraciones a la hora de encontrar su sitio bajo el sol con la presencia en la corte de algunos intelectuales griegos. Las tácticas y la estrategia militares no se aprendían en un solo día y comportaban meses, y quizá años, de entrenamiento intensivo que no debía dejar mucho tiempo libre para dedicarse a la lectura de los clásicos y a la práctica de la filosofía. Plutarco decidió helenizar a Alejandro todo lo que pudo y a él le debemos todo este “engalanamiento” cultural que seguramente enmascaraba una realidad mucho más cruda, difícilmente asumible para un griego como él, interesado en salvar la figura del monarca como eje fundamental que luego articularía la práctica imperialista y ecuménica de Roma, el nuevo escenario en el que se desarrollaba la vida de todos estos intelectuales griegos, ansiosos por encajar su sentido de la helenidad dentro de este nuevo marco político, cultural e ideológico. El trágico destino de Calístenes revela a fin de cuentas el abismo intelectual que separaba las aspiraciones universalistas de claro tinte oriental de Alejandro de las más modestas preocupaciones e intereses de Aristóteles y su escuela, que seguían moviéndose a nivel político siempre dentro del estrecho esquema de la polis.

Pregunta – Se ha relacionado a Alejandro con la ruta de la seda ¿jugó algún papel el conquistador macedonio en su consolidación como ruta comercial?
Respuesta – Da la impresión de que no del todo. Es probable que no fuera ajeno a las actividades comerciales que ya por entonces se desarrollaban a través de los territorios que iba conquistando en el curso de su expedición, tal y como parece revelar la actividad de los comerciantes fenicios con las nuevas plantas conocidas en el curso de la travesía por Gedrosia. Sin embargo, su objetivo principal era conseguir el control político y militar de sus nuevos dominios. A juzgar por la expedición naval de Nearco a lo largo de las costas del Índico, sus instrucciones precisas eran comprobar las posibilidades geoestratégicas de aquellos territorios para instalar en ellos puertos y ciudades con sus guarniciones correspondientes con el objetivo de establecer una ruta marítima que permitiera comunicar la India con el centro del imperio, asentado ya en Babilonia y el entorno del golfo Pérsico, dado que se trataba de los límites meridionales del nuevo imperio. No se menciona para nada el posible papel del comercio que circulaba por estas rutas, que, sin embargo, ha quedado bien reflejado en un texto posterior como el Periplo del mar Eritreo donde si se detallan los productos comerciales que se intercambiaban a lo largo de dicha ruta. Además, dada la perspectiva militar prevaleciente en nuestros testimonios, que margina o silencia el resto de las informaciones, no estamos tampoco en condiciones de comprobar si en un momento dado de la campaña pudo tener en cuenta este tipo de intereses.

Pregunta – El gran Imperio forjado por Alejandro tuvo un precedente inmediato en el Imperio persa y años más tarde, Seleuco o Antíoco III llegaron a conquistar grandes territorios ¿por qué, sin embargo, la gesta de Alejandro brilla de forma especial?
Respuesta – Posiblemente porque tuvo éxito a diferencia de sus sucesores que, aunque aspiraban todos ellos a ejercer la misma clase de soberanía universalista que el monarca macedonio, lo cierto es que ninguno de ellos alcanzó a conseguirla. Ni siquiera pudieron conservar los límites de sus dominios más orientales, ya que Seleuco hubo de renunciar enseguida al control directo de los territorios indios, cediéndolos a Chandragupta a cambio de un buen número de elefantes, y Antíoco III tuvo que realizar de hecho una nueva Anábasis hacia los territorios más orientales del imperio en busca de recuperar un prestigio y un poder que ya habían quedado bastante difuminados por la aparición en escena de poderes locales que ponían en entredicho la soberanía seléucida. Al final su campaña en la zona tuvo también que acabar en acuerdos con Eutidemo en Bactria, sin llegar a poder consolidar de forma efectiva sus aspiraciones de dominio territorial. Además, fue luego claramente derrotado por los romanos, a diferencia de Alejandro, que nunca se enfrentó a Roma. Sobre la posible victoria en caso de haberse producido el conflicto tan solo podían alegar patrióticas especulaciones, como Tito Livio, que aseguraba la victoria romana, aunque no pudo evitar que el monarca macedonio continuara ejerciendo su aura de fascinación dentro del propio mundo romano, afectando a sus principales generales y políticos. Los Seleúcidas habían ya garantizado su inferioridad militar y habían dado muestras de su sometimiento, como sucedió con Antíoco IV en los alrededores de Alejandría ante Popilio Lenas. No había lugar, por tanto, ni a la especulación ni a cualquier ensalzamiento injustificado.
Hay que pensar que las planificaciones de la corte macedonia no traspasaban fácilmente hasta los medios literarios griegos, como sí sucedía, en cambio, en casi todas las iniciativas griegas, adoptadas dentro de un ámbito comunitario que garantizaba su inmediata difusión a través de la asamblea o de concentraciones públicas en el teatro o el ágora.
Pregunta – Recientemente se apunta la idea de que Alejandro no regresó forzado por los crecientes motines de su ejército, sino porque dio su campaña por concluida ¿qué opina al respecto?
Respuesta – El retorno forzado desde el río Hífasis presenta muchos interrogantes para aceptar los hechos tal cual nos los describen las fuentes conservadas. Sorprende en primer lugar al alto grado de información que poseían en esos momentos las tropas macedonias, cuando los planes de conquista se hallaban hasta esos momentos siempre bajo el estricto y exclusivo control del propio Alejandro y su alto estado mayor. Además, no efectuó el retorno que sus hombres le solicitaban, ya que emprendió el camino hacia el sur en lugar de hacia el oeste, sin que parezca que la decisión suscite el más mínimo descontento, a pesar de que dicho itinerario comportó luego duras campañas a lo largo del recorrido (recuérdese que en una de ellas Alejandro estuvo a punto de morir) hasta llegar al océano. Da la impresión de que Alejandro era bien consciente de que Asia no se terminaba más allá del Hindu Kush, como proclamó Aristóteles, y que existía todavía un largo trayecto para alcanzar el océano por esta parte del orbe. Había alcanzado un punto en su expedición en que los límites orientales del nuevo imperio se habían además ya consolidado con su victoria sobre Poro y los demás reyezuelos indios que ocupaban toda esta frontera oriental. La construcción de los altares en la zona posee el valor simbólico necesario para avalar esta situación. No tenía sentido proseguir más allá, dadas las noticias existentes al respecto, pero esta decisión de volverse atrás no podía entenderse desde la perspectiva heroica griega, de un personaje que buscaba afanosamente alcanzar los propios confines del orbe, por ello resultaba necesario articular un relato que explicase este asunto y nada mejor que trasladar la responsabilidad a sus tropas, que, cansadas de la expedición, obligaron prácticamente a su líder a regresar, impidiéndole de este modo continuar hacia delante como era su propósito. El relato de los hechos distorsiona por completo la realidad que, sin embargo, leyendo con atención las fuentes, parece adquirir otra dimensión, como las acciones de saqueo de sus tropas que tan solo buscaban botín o la presencia junto al rey de sus nuevos aliados, como Poro y Fegeo, nuevos “delegados” del imperio macedonio en aquellas remotas regiones, sin necesidad de proceder a la organización de nuevas satrapías que, de hecho, nunca habían existido en la zona.

Pregunta – Uno de los pasajes más controvertidos de la campaña de Alejandro es el regreso por el desierto de Gedrosia ¿qué hay detrás de esta “temeraria” peripecia?
Respuesta – Estamos de nuevo ante un caso evidente de distorsión de la realidad por parte de nuestras fuentes. Como ya hemos repetido en varias ocasiones, Alejandro sabía muy bien por donde iba y cuál era la ubicación de cada una de las regiones de su nuevo imperio. Planificó con acierto la campaña como se puede apreciar por las disposiciones adoptadas previamente, como el desvío de un buen número de tropas bajo el mando de Cratero por una ruta más “cómoda” o las órdenes cursadas a los sátrapas de las regiones colindantes para que actuaran como proveedores de sus tropas en el curso de la campaña. Las cosas no resultaron como estaba previsto por negligencia de los sátrapas, que luego fueron oportunamente castigados por ello, y ante unas condiciones de las costas, que eran más desoladas de lo esperado dada la falta de agua, se vio obligado a internarse hacia el interior en muchos momentos de la marcha en busca de suministros. Aunque la travesía fue seguramente dura y complicada, las cosas se han exagerado de forma notoria. Primero, el contingente empleado en la travesía del desierto no se corresponde ni mucho menos con el total de los expedicionarios, ya que previamente se habían dividido al menos en tres columnas, la que comandaba Alejandro, la de Cratero, y la flota de Nearco, que también contaba con sus propios efectivos. Tampoco debieron perderse tantas vidas como se asegura ni la topografía era tan hostil como en la actualidad. Es posible que la experiencia dejara huella en sus participantes, dispuestos luego a resaltar las dificultades encontradas y dejar constancia de la excepcionalidad de su resistencia que les permitió sobrevivir a las circunstancias. Lo que queda del relato original de uno de los participantes, Aristobulo, no enfoca la cuestión desde esta perspectiva y parece centrarse más en resaltar las novedades que presentaba la flora del lugar y en relatar algunas anécdotas trágicas o ejemplares, como la repentina irrupción del agua de una tormenta en las montañas sobre el campamento macedonio, o la actitud del propio Alejandro al rechazar abiertamente la escasa agua que se le ofrecía viendo que no había suficiente para que el resto de las tropas saciara su sed. De hecho, se suele atribuir la fuente del relato principal a Nearco, que no iba con la expedición de tierra sino en la flota, y en los ecos que ha dejado su relato de la travesía naval no aparecen esta clase de experiencias traumáticas. Alejandro debía atravesar la zona si quería respaldar desde el punto de vista logístico el avance paralelo de su flota por las costas del Índico y, de hecho, podemos comprobar cómo se preocupó en todo momento de aprovisionarla de agua y alimentos a lo largo de dicho recorrido.

Pregunta – La figura política de Alejandro ha inspirado a reyes y emperadores a lo largo de toda la historia, pero podemos decir que su estela también marcó a viajeros y geógrafos de tiempos posteriores. Paul Faure emuló parte de las campañas de Alejandro en Asia Menor, mientras que Aurel Stein trató de seguir sus pasos en Asia Central y el Hindu Kush ¿con cuál de estos u otros investigadores y viajeros se quedaría?
Respuesta – Son muy numerosos los que han intentado seguir los pasos de Alejandro, aunque muy pocos lograron rehacer la campaña en todas sus dimensiones geográficas. El arriesgado periodista británico Michael Wood lo intentó, pero no le dejaron entrar en el Irak de Sadam Hussein, eliminando de este modo una etapa muy importante de la expedición. Un personaje excepcional es la figura de Aurel Stein, por su tenacidad y su extraordinario conocimiento de las regiones más orientales de la campaña a partir de su propia experiencia. Sorprende, por ejemplo, su exploración en el desierto de Baluschistán, la antigua Gedrosia, cuando contaba ya con ochenta años, en su intento de reconstruir el paso de Alejandro por la región. Resulta también fascinante en este mismo terreno el empeño de la viajera Freya Stark por las regiones suroccidentales de la actual Turquía, la antigua Licia, con su enmarañada y compleja topografía, también en busca de las huellas de Alejandro en su paso por la zona, en un tiempo además en que las condiciones de viaje por estos lugares se acercaban mucho a las que pudo experimentar el propio Alejandro, ya que la viajera británica se trasladaba montada a lomos de burro dentro de la zona. Ambos son quizá la mejor expresión moderna de las dificultades geográficas que comportó el desarrollo de la expedición, ya que otros viajeros como Colin Thubron o el novelista y ensayista francés, Roger Peyreffite, contemplaron desde la cómoda perspectiva de sus respectivos transportes, el tren en el caso del primero y el avión en el del segundo, la pavorosa inmensidad de los territorios desérticos y hostiles que el monarca macedonio se vio obligado a atravesar, a pie o a caballo, en el curso de la campaña.
Autor
Mario Agudo Villanueva / Ignacio Molina Marín
